DERECHO A RÉPLICA

“YO LE DISPARÉ A GOMES ENDE” (jujotorres[#]) © 2010

Mi nombre es Chals Ingalss (se escribe como se pronuncia) y me gusta ser claro e ir de frente, por eso dejo constancia de los hechos que se me imputan desde el título de éste relato. De paso, y antes de entrar en la cuestión que nos compete, pido públicas disculpas por mi nefasta letra, producto de escribir con mi mano no hábil a la cual aún no me acostumbro (y ya me provocó más de un problema).

Si señores, yo le disparé al Lic. Gomes Ende, pero no lo maté. Es una falacia y un absurdo sin sentido acusarme de tamaño acto, del cual no pude defenderme como corresponde víctima de un siniestro complot de los porcentajes a los que se hace referencia en la corona de flores que adorna permanentemente la tumba del mártir. No sé ya cómo decirlo…

Sí se me puede acusar de ser el prototipo de fan, aunque me inicié tarde en sus relatos (creo recordar que lo primero que leí fue “Pajero II. Placer vs. Tendinitis”), y ahí empezó mi clavario. En esa época era uno de los camareros más solicitados de la boite Mau-Mau, famoso por mis cócteles a los que les imprimía una agitación que nadie igualaba. Cuando terminé de leer ese libro iniciático comenzaron mis problemas. Ya que a partir de entonces, cuando me encontraba en pleno éxtasis cocteleril, mis ojos se ponían en blanco y culminaba el trago generando una profunda repulsión en los clientes… y no porque el brebaje fuera malo, todo lo contrario, su asco se dirigía al acusador y poco higiénico lamparón viscoso que se formaba en mi entrepierna. El despido fue inevitable.

Seguí con mis experiencias onanistas y logré lo que el maestro no pudo, el auto-placer con un yeso en el brazo (producto de una tendinitis). Y seguí acabando, acabando, acabando y acabé ciego… pero de ira. Lo de la put…, perdón, lo de su romance con Vilma fue la gota que rebalsó toda mi furia hasta ese momento controlada a base de pajas. Y las ampollas y callos de mis manos parecieron nublar momentáneamente mi raciocinio y fue entonces que actué en consecuencia.

Disparándole, sí, pero no matándole… quedo claro que mis temblorosas balas no le afectaron ningún órgano vital y fue una hasta ese momento desconocida alergia al plomo la que acabó (¡¡¡¡aaargghhh!!!... perdón) con la vida de tan ilustre guía. Obviamente, la “Conspiración de los porcentajes” (no encontré mejor nombre para bautizarla) se hizo patente desde el primer momento. Y hablo desde la perspectiva de que un pajero (al igual que los vampiros), sabe reconocer a otro de su especie.

Desde esas manos temblorosas que me pusieron las esposas en mi mano y en el muñón (nada diré de mi automutilación inmediata posterior, es un pasaje que borré completamente de mi mente), hasta los médicos que bromeaban con cerrar la herida en forma de vagina… médicos y enfermeras, que a pesar de lo que digan las encuestas, son de hurgar bastante en la entrepierna.

Y qué decir del circo que se montó en el juicio ¿Cómo se puede esperar justicia de mano de una persona que se sienta en un pedestal, con una peluca y con mano temblorosa (y obsesiva) da golpes en la mesa con un martillo? Más conociendo el Auto que me condenó, en donde se encontraba, después de tecnisismos sobre el homicidio involuntario, una aseveración tan categórica y que desnudaba la propia persona de Su Señoría (“… si bien queda debidamente comprobado que las balas disparadas por el sujeto en cuestión… no quedan dudas que EL MUY HIJO DE PUTA nos dejó huérfanos y tristes…”).

Públicamente vapuleado, sólo se atrevió a salir en mi defensa Monseñor Laguna que, debido a presiones directas del Vaticano, rápidamente hizo mutis por el foro. La revista literaria Fuego, se animó a investigar la extraña actitud del calvo siervo del señor y concluyó que todo acabó (¡¡¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh!!!... uy, me salió agüita) cuando recibió un anónimo (con el sello del Vaticano) que lo instaba a mantener la boca cerrada. Parece ser que en las altas esferas de la fe, habían encontrado en los escritos del Lic. Gomes Ende una forma de sedar la antropofagia infantil innata en los que visten sotana.

Y aquí estoy, con mis problemas, intentando adiestrar mi mano tonta para no volver a cometer errores fatales e involuntarios (quise afeitarme mi poblado entrecejo, y me produje una serie de cortes que no entiendo bien por qué provocan la ira de la población de color de la cárcel). Lo cierto es que tantas injusticias parecen haber aplacado mi vicio… eso y que los (vanos) intentos de hacer el amor conmigo mismo con el brazo que me quedaba fueron un rotundo fracaso.

Y el miedito que me da Mohammed, mi compañero de celda, que se ofreció voluntariosa y pegajosamente a ayudarme en mi solitaria satisfacción… pero algo me hace desconfiar, y no es nada referido a prejuicios religiosos o de raza… es que sus ojos irradian como fuego… y en especial, ese hilo de baba que campa a sus anchas en la comisura de sus labios…


[#] Con la venia (no vena) de Mambetta.


1 comentario:

Lic. Gomes Ende dijo...

"...por supuesto que pueden matarte, pero ¿quién te quita lo frotado?"