LA CORTE DEL REY CARMESÍ

Para los que andamos rondando las cuatro decenas de vida, el Rey Carmesí es una banda M.A.C. (mitológica, antológica y de culto) que heredamos de algún antepasado básicamente por transmisión oral y auditiva (el orden puede variar según la disponibilidad de long plays que dicho antepasado tuviera).
Como todos los vinilos de las décadas del ´60-´70 lo primero que nos impresionaban eran los artes de tapa, si bien KC nunca llegó a tener las obras de arte que eran las tapas de Yes, los cuales hacían destacarlos en la “discoteca” de ese antepasado. Siendo que KC lleva cinco “encarnaciones”: la primera en los ´60, la segunda en los ’70, la tercera en los ’80 (la que para mi generación nos agarro en plena adolescencia), la de los ´90 y la del siglo XXI.
En mi caso, la decisión de estudiar guitarra en serio fue un factor adicional que incrementó esta influencia durante una temprana y prolífica adolescencia (donde la cultura rock fue tan importante como el secundario adonde fui) dado que el profe en cuestión era un discípulo de segunda generación del “maestro” Robert Fripp y durante largas sesiones me inyectó intrincados ejercicios sobre el diapasón que dejaban mis falanges cansadas y mis muñecas acalambradas.
El rigor junto con la precisión y atención de las notas tocadas eran la clave de la ejecución.
Simultáneamente tuve la oportunidad de ver en VCC (Video Cable Comunicación, el único canal de cable de mediados de los ochenta en Argentina) un video intitulado “The Noise” que era el documento audio-visual de la gira del celebrado “Beat” de KC del año 1984; en el cual un flaco alto desgarbado al frente de la banda (mr. Adrian Belew) se sacudía como un poseído enfundado en un largo traje con hombreras (al mejor estilo David Byrne de los TH), un Sr. de antejos onda Lennon sentado en una silla empuñando una SG (que después caímos en la cuenta que no era tal) y con un curioso flequillo (que suponíamos peluquín al estilo Soldán) desgranaba unos sonidos de otros planetas a través de sus dedos, un pelado tocaba un “diapasón” (después nos enteramos que se llamaba stick y que lo hacía un Sr llamado Chapman) pulsando sus cuerdas con la técnica de un pianista y un baterista que parecía tener elásticos en las muñecas tocaba una batería electrónica de cascos hexagonales y, en un tema particular (muy ambiental) llamado “The sheltering sky”, simplemente tocaba una “caja de madera”… un delirio, muy avant-garde para adolescentes acostumbrados al toque jazzy/reggae de Police que atronaba las (pocas) radios audibles en esa época.
Pero crecimos… y vinieron los ´90 (sin entrar en detalles)… y vinieron los súper-grupos… y nos acostumbramos a la abundancia. Y un día de 1994, abriendo un diario se leyó que venía el Rey Carmesí a Baires (Robert había venido previo como solista varias veces entre 1992 y 1993) a tocar al Broadway y a nuestro viejo y querido Prix D’ami (en su segunda encarnación sobre Monroe y Cabildo, no el primigenio sobre la calle Arcos casi llegando a Monroe) como doble trío (con Pat Mastelloto, ex batero de Mr Mister; Trey Gunn un ex alumno de Fripp, sumados al cuarteto original de la tercera encarnación, ó sea de los ´80).
Hacia el Broadway fuimos con dos compañeros de trabajo, uno de ellos muy joven para la época (diecisiete años) y deslumbrado musicalmente por los RHCP (era adorador de Flea, el bajista y los Chilli habían estado el año anterior por Baires).
Seré breve luego de tanta verba: nos partieron la cabeza como de un hachazo estos seis caballeros, unos de los dos mejores shows que vi en mi vida en todo aspecto y una de las pocas veces que quedé con una sensación de “empacho musical” que hizo su efecto: durante tres semanas subsiguientes no pude tocar la guitarra porque sentía que nada sería igual.

Never Du Nozin
(Corresponsal desde La Ciudad de la Furia)

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