DESCUBRIENDO MITOS



“BIRD” (Clint Eastwood) © 1988
“De todas las películas sobre jazzmen que he visto, y probablemente las haya visto todas, ‘Bird’, de Clint Eastwood, me parece la más digna.”

Esta frase pertenece a Woody Allen, consumado cineasta que tiene la música jazz entre sus grandes pasiones. Aunque los gustos personales del director de ‘Manhattan’ tiran hacia el jazz más clásico, y Charlie Parker supuso toda una revolución dentro del género -fue el principal impulsor del bebop al lado de gente como Dizzy Gillespie-, es conveniente tener en cuenta la opinión de alguien como Allen, frente a la de otros cineastas como Spike Lee que sentenciaron que un film como éste sólo podía haberlo hecho un negro. Creo que la percepción de Allen es poco entusiasta, algo habitual en él, y la de Lee responde más a sus diferencias personales con el señor Eastwood, que da la sensación de que son por algo más que una mera diferencia cromática.

La interpretación de Forest Whitaker eclipsa toda posibilidad de imaginarse a otro actor dando vida a Parker. Whitaker fue precisamente una de las apuestas personales de Eastwood, que no quería grandes nombres de estrellas para el reparto de su película, sino caras desconocidas por el gran público, algo que puede verse como un riesgo enorme de cara a la comercialidad del film.

Decíamos antes que ‘Bird’ se apartaba del típico biopic y así es. Su intrincada estructura narrativa adentra al público en el mismísimo mundo del jazz. La película, que empieza con una cita de Scott Fitzgerald -“no hay segundos actos en las vidas americanas“-, y concluye con una dedicatoria del propio director -“a todos los músicos del mundo“-, es una demostración más de que Eastwood intenta siempre ir a contracorriente. Su estilo neoclásico da paso aquí al que probablemente sea el film más complicado y arriesgado de toda su filmografía. Huyendo de todo tipo de efectismos, el director sorprende en la construcción narrativa, alejada de la linealidad clásica, y aunque ya existía en el guión de Joe Oliansky -basado en las memorias de la viuda de Charlie Parker que asesoró a Eastwood en la filmación del film- es el propio realizador quien le infiere personalidad al introducir en su universo particular la figura de Parker y además convertir el film en todo un acto de amor hacia el jazz, la única expresión artística propiamente estadounidense al lado del western en palabras del propio Eastwood.

Apuntemos que Charlie Parker murió a la edad de 34 años, y el médico que lo examinó dictaminó que tenía 65 años.

A través de una complicada estructura de flashbacks, Eastwood construye toda una obra de orfebrería alrededor de la figura de Parker, donde al igual que en el jazz, deja espacio para la improvisación, creando distintas set pieces que fragmenta y une con inusitada pericia echando mano de alegorías tan sencillas como la del platillo volante que reproduce una de las anécdotas más famosas del músico cuando éste aún no había alcanzando la fama, y sirve no sólo para unir narrativamente algunas de la partes, sino para representar en cierto modo la trayectoria personal del propio Parker.

La expresión obra maestra se queda corta en esta ocasión.

FUENTE: Alberto Abuín para http://www.blogdecine.com/


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