CONTANDO BOLITAS ESPERA



El reloj de la cocina debe estar sin pilas, seguramente… ¡soy tan estúpida que tengo la cabeza en cualquier parte! Si es que él, tan puntual siempre, no puede retrasarse tanto. La cena se va a enfriar, con lo que odia comer frío después de doce horas de duro trabajo. Tiene razón, hay veces que lo ofusco y lo provoco… si hasta lo dijo el párroco ése en la gacetilla de la iglesia.

Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

Las perlas se enredan en mis dedos, se pierden, es la única forma que tengo para pasar el rato y esperar. Esperar que venga de buen humor, que todo haya ido bien en el trabajo, que no lo hayan multado y yo tenga que pagar sus culpas. Nerviosa, rozando la histeria, el seseo del rezo del Santo Rosario es lo único que oigo junto con el tic-tac del reloj de pared. No, la pila está bien, es él quien se retrasa... ¿qué le habrá pasado?

Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

Me levanto una vez más y compruebo que efectivamente la cena se enfrió, ¿qué hago? Si la pongo a calentar y llega… ¡con lo que odia tener que esperar! Es que tiene razón, con lo poco que tengo que hacer y siempre (aunque no quiera), hago todo mal. De verdad, hay veces que me lo merezco. Con los nervios voy a ro... ¡ay, el ascensor! Tengo que calentar esto aunque sea en el microondas... por favor, que no sea él, que siga de largo, clic... terminó, ahora está algo tibia por lo menos...
Silencio sepulcral, solo escucho el tic-tac del reloj y el palpitar agitado (asustado) de mi corazón... no es él, ¡uf, que alivio!

El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

Me siento de nuevo a continuar con la espera, ¡pero qué raro que se demore tanto! Con el apuro, el Rosario fue a parar al suelo, lo recojo, me persigno... ¡pero, si estoy transpirando..., seré guarra!, con lo que a él le gusta que huela bien. Un poco de colonia, tampoco excederse, no vaya a parecer una puta. Salvado el problema, las agujas del reloj siguen avanzando y él no llega.

La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.

¡Ay, Dios mío!... que su retraso no sea porque volvió a la bebida... no, por el amor del cielo. Si por culpa de sus preocupaciones y por mis errores y torpezas, el pobre santo no puede y tiene que desahogarse con algo. La última vez que bebió... no quiero acordarme... cuanto sufrí por su alma dolida que descargó en mi su furia e impotencia.
Y encima a mí se me ocurre pensar en separarme... ¡Dios, como voy a separar lo que el todopoderoso unió!... ya lo dijo el párroco en la publicación, subordinación a mi marido. Hoy de verdad me esmeré, la casa está impecable, yo estoy arreglada... los moretones ya no se notan... su cena preferida... fría, si no viene a tiempo, se va a enfriar... ¡que no haya bebido, por favor!, seguro que de ésta me mata.

Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

El ascensor de nuevo, la cena está otra vez fría, el Rosario de nuevo al suelo... es él, sigue el ruido... caliento la cena, ¡otra vez estoy transpirando!... intentan abrir la puerta. Es él, no puede, está borracho seguramente... y yo con la cena fría... ¡ohh, los nervios me traicionan... no, por Dios!
- Guarra... te measte... así me recibís... puta de “miezda” -el alcohol le afloja la lengua.
Cierro los ojos, las lágrimas caen por mis mejillas, aprieto los labios hasta lastimarme, me persigno y ya no escucho sus groserías... la presión de mis manos hicieron pedazos el santo Rosario y las perlas se desperdigan por toda la cocina. Me lo merezco, acepto lo que venga... no duele, ya no duele... estoy en paz... nunca nadie me comprendió, yo lo amo... el me ama, pero a veces lo merezco... lo provoco... no duele, ya no duele.

El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no será oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracia, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

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La paz llegó a la casa, los vecinos se rasgaban las vestiduras ante ese atroz crimen, aunque nunca nadie hizo nada, ni denunció a la Policía para evitar aquello que todos sabían que ocurriría un día de éstos. Ya no hay gritos, la amarilla faja judicial es la calma después de la tormenta. Sólo se escuchó una puteada fuera de tono, la del camillero que se sentó de culo al resbalar con una de las bolitas del santo Rosario que nada pudieron hacer para evitar ésta nueva tragedia.




1 comentario:

Sir Lothar Mambetta dijo...

¡¡¡TREMENDO!!!

¡¡¡TREMENDO!!!

¡¡¡TREMENDO!!!