RAPACIÑOS

Son la luz de nuestras vidas, el sol dentro de las casas… pero a veces, nos dejan con la boca abierta, con el culo al aire y sin respuestas. Hablo de esas situaciones embarazosas que todos pasamos alguna vez con nuestros hijos, sobrinos, ahijados o con cualquier niño que se nos cruzó por lo menos alguna vez en la vida.
Me refiero, por ejemplo, a cuando mi ahijado Tristán estaba en el salón de casa viendo la tele (en el noticiero pasaban imágenes sobre la fiesta musulmana en donde se flagelan a latigazos en la espalda), me miró, miró a su alrededor observando la ausencia de adornos navideños y me soltó: “¿Qué religión tenéis en Argentina que no tienes ni árbol de Navidad ni Nacimiento?”… ya tendré ocasión de aclararle mi condición de abstemio religioso.
O como cuando Daniel se queda mirándome, después de que hago mil y una tonterías para llamar su atención, con una cara impávida… como si acabara de perderme el poco respeto que merecía.
Y es que los rapaciños no tienen vergüenza ni educación… y no hablo desde el reproche sino, más bien desde la envidia.

1 comentario:

Sir Lothar Mambetta dijo...

Qué temprano que actualizamos.