ESE AMIGO DEL ALMA

“SUDESTADA” (JujoTorres) © 2009
No llegué a casa, me quedé en Pacífico y subí en el primer 152 que apareció. Bajé de memoria y dirigí mis pasos a la calle Grecia. No me esperaban, tampoco necesitaba anunciarme ¿Cómo describir el significado de la amistad? Imposible… o no. El estar ahí cuando necesitas que estén. Que te reciban, te escuchen y apoyen.
No podía esperar menos del “Flaco”. No me preguntó nada, su cara demostró sorpresa, le pidió a Ana María que pusiera otro plato (que no toqué) y compartí lo que les quedaba de cena en el más absoluto de los silencios. Al finalizar, sentí como Ana María me apretaba el hombro derecho a modo de despedida, no necesité nada más. Le dio un beso al “Flaco” y le dijo:

- Preparo el sofá.

- ¡No! -salté absolutamente aludido.

Ella no contestó, me sonrió y se marchó, dejándonos solos. El obsesivo de mi amigo levantaba la mesa y ordenaba todo compulsivamente.

- Sacate las sillas de playa al balcón que ya voy ¿Unos Gancias no estarían nada mal, no?

Sonreí, qué otra cosa podría esperar de ese amigazo que con sólo verme, sin hacer ni una pregunta, ya estaba preparando todo para una larga trasnochada de confidencias y/o silencios. Al salir de la cocina, me crucé en el salón con Ana María que rápidamente había preparado todo para mi estancia. Tampoco necesité decirle nada, se me nublaron los ojos de lágrimas mientras le sonreía con los labios apretados y temblorosos en señal de agradecimiento. Ella me besó en la mejilla y me deseó las buenas noches, respetando mi silencioso dolor y omitiendo cualquier interpelación.
Me asomé al balcón del tercer piso que daba al poco iluminado patio interior, a la completa oscuridad de la noche, el aire continuaba húmedo y pegajoso con resabios de la pesadez de la tormenta del día. El cielo seguía totalmente cubierto de nubes de color violeta grisáceo, algún que otro silencioso relámpago auguraba más lluvias. A pesar de tener el corazón destrozado, no se me ocurrió tirarme al vacío desde esa altura. No: tenía demasiadas cosas por las que luchar. Mi ánimo estaba por los suelos, pero no pasaba por mi cabeza un sacrificio de hombre despechado.
Los latidos de corazón que salían de la casetera eran la banda de sonido para la ocasión ¡Oh, sí!, qué mejor que “The dark side of the moon” para una noche como aquella. El “Flaco” acertó como siempre con el clima necesario. Me pasó un frío y generoso vaso con Gancia batido y se sentó en una de las sillas que había desplegado. Yo continuaba inmóvil, dándole la espalda mientras contemplaba el vacío y verde césped de abajo.

- ¡Ah… me superé, éste Gancia es increíble!

Reí y me senté a su lado, bebí un corto sorbo y ratifiqué con un gesto su sentencia. Quedamos los dos mirando hacia la nada largo rato (dos Gancias más, para ser exacto), en absoluto silencio. Cambiamos a J&B con un imperceptible toque de Coca-Cola, la música que sonaba ahora era “La Portuaria”. De pronto, mi amigo saltó como impulsado por un recuerdo repentino:

- ¿Avisaste en tu casa? -ya había pasado la medianoche.

- Tranquilo, no pasa nada… me quedo en lo de Ramón estudiando, para mañana seguir desde temprano.

Contesté sin mirarle, pero aproveché el último sorbo del wiscola para verlo de reojo, nuestras miradas se cruzaron en ese mismo instante. Escupimos al unísono el líquido que intentábamos beber, producto de una risa incontenible. Conocía demasiado aquella táctica suya de averiguar algo rodeándolo, sin preguntar lo que realmente quiere saber. Pasamos un rato apreciable con los coletazos espasmódicos de aquél instante humorístico, mirando hacia el vacío. Abruptamente mi gesto se convirtió en una mueca amarga y de tristeza. Mi amigo lo percibió y me golpeó con su gruesa mano izquierda en el muslo.

- Me quedo más tranquilo, che. Quiere decir que no es nada de tus viejos… todo lo demás es superable.

Se puso de pie y salió hacia la cocina, él podía argumentar que las lágrimas que nublaban sus ojos eran producto del alcohol, yo no quise reprimirlas y me quedé con la mirada perdida, con el vaso vacio y las gotas que caían quemándome las mejillas. Otra vez cambió la música, ahora era Charly y su “Unplugged”. Volvió a mi lado, respetando mi silencio. Cuando quise darme la vuelta, casi tiro lo que quedaba en la botella de J&B que había ido a buscar.

- ¿Sabés lo que más me jode? -las lágrimas secas parecían restos del maquillaje de un patético clown-. Es la sensación que tengo de haber sido un tremendo pelotudo todo este tiempo.

Me miraba en silencio, sonrió, bebió su trago pausadamente:

- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

- Es obvio, ¿no? No creo que se pueda amar y dejar de hacerlo así de repente.

Los vapores del alcohol que llevaba bebiendo a lo largo del día se notaban en los exagerados y torpes aspavientos con los que acompañaba mis palabras.

- ¿Seguro que es definitivo?

- Si. Ni siquiera tuvo la valentía de decírmelo a la cara… una carta, macho. ¡Una puta nota!

Bebí enérgicamente, como descargando toda la frustración contenida en aquél acto.

- Lo que menos necesitás ahora es torturarte con preguntas de las cuales no vas a tener respuestas. Dejá que pase el eclipse, como me escribiste una vez, ¿te acordás?

Claro que me acordaba, él había pasado un momento jodido no hacía mucho (nada que ver con mal de amores) y no encontré mejor forma de demostrarle mi apoyo que escribirle unas líneas con la transcripción de “Eclipse”. Sonreí, sin gesto de tristeza por primera vez en todo aquel maldito día.

Volvió a golpearme con su gruesa mano, a modo de despedida, ya era demasiado tarde.

- Vos ahora tenés cosas más fuertes de las que preocuparte, y para eso contás conmigo como siempre. Esto jode, pero si no hay vuelta atrás, no creo que merezca la pena ni una lágrima más.

Me dejó atónito con tanta franqueza y verdad, cuando ya estaba dentro del salón le dije:

- ¡Flaco!... gracias hermano, no sabés cuanto te quiero.

- No me lo digas de nuevo que en vez de ir a la pieza me quedo con vos y te rompo el “totó” -algo mareado por los Gancias y los whiscolas y, especialmente, con la emoción de oír aquello que ya sabía, pero no se esperaba-. Descansá, loco, mañana vas a ver todo con otros ojos.

Se marchó y quedé solo ante la nada y con mis pensamientos, en aquella madrugada espesa y de calor asfixiante. No sabía que iba a hacer con más de cinco años de mentiras y engaños ¿Cómo debía reaccionar? ¿Cómo tendría que comportarme? La noche se hacía más fría, entré y me acomodé en la improvisada cama del sofá.
No pegué ojo en toda la noche.

1 comentario:

Sir Lothar Mambetta dijo...

Soy más de Fernet pero me llegó igual. Buenísimo.