CUANDO SE APAGA LA LUZ

Pasaron más de treinta años desde que Ernesto Sábato decidió abandonar la literatura para refugiarse en la que dice fue su primera pasión, la pintura. Como antes dejó una prometedora carrera como físico para dedicarse a la escritura. Artista oscuro y un poco apocalíptico, su obra está llena de oscuridad… como rasgo psicológico de los protagonistas de sus escritos y como elemento perturbador y una de sus más marcadas obsesiones: la ceguera.

Después de la publicación de Abaddón, el exterminador”, en 1973, anunció que se retiraba de la literatura por una ceguera que avanzaba de manera irrevocable; "seguramente es una venganza de los ciegos", suele decir. Aunque Sábato aclara que es broma, uno no puedo evitar estremecerme al recordar "Informe sobre ciegos", su reconocido capítulo de Sobre héroes y tumbas” (1961). Desde aquel “autoexilio”, profundizó en escritos que tocan valores morales y fue el presidente de la comisión que investigó las atrocidades cometidas por la última dictadura militar (“Nunca más”, 1984) y sus libros más recientes, Antes del fin” (memorias, 1998) y La resistencia” (2000), son un éxito (en especial entre los jóvenes lectores).

Recluido detrás de las magnolias y las palmeras de su refugio en Santos Lugares, la soledad consume sus últimos años, acrecentada por las dolorosas ausencias de su querida Matilde (fallecida en 1998) y de Jorge Federico (su hijo, muerto en 1995 a raíz de un accidente automovilístico), y espera que la luz que sus ojos ya no perciben se apague de forma definitiva.

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