CINTA DE MOEBIUS

FOTO: “Manos dibujando” / Escher © 1948

“SIN LAS ELLAS” (Laureano Turros) © 2009
Ocurrió. No, todavía. Ocurrió pero… tal vez más adelante que ahora. Era medianoche y el sol comenzaba a asomar. Curioso ¿no?

Ella estaba descansando sobre un charco de sangre con un cuchillo en la mano. Sí, su mano; sí, su sangre; sí, tal vez su cuchillo también pero no, no es muy concreto decir que descansaba. Tampoco sería correcto decir que en menos de quince minutos había adelgazado unos cuantos kilos con mayor rapidez que con cualquier dieta conocida gracias a la abertura de veintisiete centímetros que tenía en el vientre y por la que salieron a pasear medio sistema digestivo y dos litros de sangre. Aunque cabría destacar como sus intestinos habían vencido la agorafobia de toda una vida, no se habían alejado mucho del umbral de la herida, tal vez por la falta de costumbre, tal vez por prudencia.
No era precipitado creer que estaba muerta. A él le sorprendió su falta de preocupación pero más le preocupó su falta de sorpresa. No es que lo imaginaba, al menos no todo el tiempo, pero alguna vez quizás…
Tal vez no está quedando claro que era un hijo de puta, o al menos un poco desconsiderado con respecto a ella, aunque sí que consideraba otras cosas. Pero mal de muchos, consuelo de… Abramos un poco el plano y veamos que la escena se estaba no digamos repitiendo por respeto a los detalles, pero de una forma muy artesanal había una cierta tendencia a que ellos en ese momento descubriesen los flamantes cadáveres de ellas. De todas las ellas.
De haber ocurrido en otro lugar, en otro tiempo a lo mejor, o a lo peor, los diarios habrían anunciado con titulares enormes “SUICIDIO MASIVO DE MUJERES. Todas las mujeres se han quitado la vida hasta nuevo aviso. Se elimina el suplemento de Pastelería Sin Calorías. Información en páginas 14 a 27 de la sección deportiva.”, peeeero ahí no había periodismo, ni siquiera existía el concepto de esta palabra que nos han hecho creer a nosotros aunque sí que la utilizaban en frases como “gracias al café con leche con ciruelas muevo el vientre con cierto periodismo” para describir la regularidad de las descargas por popa. La palabra “prensa” se utilizaba para denominar el actual sistema de gobierno, ya que describía perfectamente la presión que se ejercía sobre el pueblo y la denominación “medios de comunicación” nada significaban en una sociedad que se comunicaba por extremos.
Ni una. No quedaba hembra bípeda con vida, ni siquiera alguna con una pierna sola. No, no, no. Se habían apagado todas las ellas de esta especie y ellos solo miraban sin hacer foco en nada, pensando quien limpiaría todo ese desorden. ¿Por qué esta manifestación suicida colectiva? ¿Nadie pudo ver lo que se avecinaba? No era momento para pensar en eso. Nunca lo sería. Desangradas, envenenadas, ahorcadas, aplastadas, adas, adas, adas. Pero los ellos eran muy inteligentes (a su manera) y se dieron cuenta casi inmediatamente después (no antes) que con la ausencia de ellas se planteaba un problema trascendental y para el cual habían sido puestos en este mundo. Si estás pensando que el dilema que los absorbería tiene que ver con la reproducción a perpetuidad de la especie es probable que hayas visitado más veces a un ginecólogo que quienes pueden mear en un recipiente ubicado a dos metros de distancia y han acertado que estamos hablando de la propia satisfacción de cada él.
La satisfacción. Síiii, esa era la preocupación (primero) y la ocupación (después) de cada uno de ellos. La propia, claro. Así que cada uno de los ellos comenzó a buscarla y si no me confundo, casi todos se arreglaron bastante bien. Todos menos uno, que primero se hizo creyente (sea lo que sea eso) y seis meses (sean lo que sean esos) más tarde se convirtió en queso. Pero salvo ese caso todos los ellos estaban muy tranquilos y satisfechos con sus adaptaciones, que abarcaban las posibilidades que van desde las funcionales hembras ovinas hasta las sofisticadísimas hembras artificiales bípedas y hasta trípedas (este último dato nunca se confirmó).
Peee-e-e-e-e-ero tiempo después, no me pregunten cuánto, hubo una noche en que contra casi toda posibilidad de que así fuese, cada uno de los ellos alcanzó la máxima satisfacción que su adaptación le había brindado hasta el momento y llamativamente esto ocurrió al mismo tiempo, sincronizadamente podríamos decir, aunque eso nadie pudo saberlo.
Ya descendiendo de la cúspide del placer y mientras ellos encendían un objeto fumable, su respectiva adaptación diseñada para crear satisfacción apoyó la cabeza en el pecho de cada él y preguntó (lo extraño es que ninguna tenía la capacidad de hablar): “¿En qué estás pensando?”.
Él estaba descansando en un charco de sangre con un cuchillo en la mano…

Ocurrió. Sí, todavía. Fue después de lo que había pasado antes. Creo que era medianoche y el sol comenzaba a esconderse. Curioso ¿no?

¡Gracias Lautis!


2 comentarios:

jujotorres dijo...

Seguro que si Lynch lee éste blog, compra los derechos...

Mambetta dijo...

Si compra ahora mismo los derechos le regalamos los izquierdos haciendo juego y un paquete de dos kilos de ambidiestros.