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Debo cerrar lo comenzado la semana pasada y como fanático enfermo de Pink Floyd, me permito la osadía de éste post. Más de uno (si es que alguien lee ésta humilde bitácora) pediría que me quemara en los infernarles fuegos del averno por la blasfemia que viene a continuación.
Syd Barrett, señores, fue más el mito, la postura y el morbo. Su aporte a la banda… me atrevo a decir que fue nulo, a excepción de “Interstellar overdrive”. No entiendo como les costó tanto quitarse la sombra del lunático, si hasta las letras que nos dejó son de un drogadicto sin remedio. Dicho lo más fuerte, pongo un poco de sentido común ante tanto “endiosamiento” gratuito y desmedido.
Su alejamiento forzado provocó que afloraran en toda su dimensión y esplendor ese letrista excelente que es Roger Waters, los delicados y precisos arreglos de Richard Wright, la correcta base rítmica de Nick Mason y ese genio sin parangón que es David Gilmour. Pienso lo mismo (salvando las diferencias) de Sumo… Luca estorbaba, y si no miren los excelentes grupos (Divididos y Las Pelotas) que emergieron de sus cenizas. Barrett, gracias a su frágil equilibrio emocional, permitió el florecimiento de una de las bandas más grandes del panorama musical de todos los tiempos.
Sus discos solista no son más que intentos de sacar algo de un cerebro destrozado. Su “fantasma” gestó una de las letras más bellas de Floyd.Necesitaba decirlo, querido Syd, lamentablemente… creo que lo tuyo no fue para tanto. Sólo un mito, un loco diamante que no pudo brillar.

1 comentario:

Mambetta dijo...

¡Tirapiedras!
Un abrazo